La Torre de los Ingleses, que ahora se llama Torre Monumental, está frente a retiro. Casi frente a la estación terminal del tren San Martín. Por la cual transito dos veces al día 5 veces por semana. Y cada vez, sin excepción, miro esa torre. A veces la miro por milisengundos. Sólo para asegurarme de que está ahí, de que me sigue pareciendo igual de bella. Y a veces la contemplo un largo rato. Un día me animé a acercarme más. Y otro día me animé a entrar. Me encontré ahí un simpático señor, dispuesto a contarme la historia. Antes se podía subir. Ahora ya no. Desde arriba se ve hasta las costas uruguayas, me dijo el señor que no sé si exageraba. Tiene un ascensor y escaleras. Inhabilitado desde lo de Cromañón. A saber:
En 1909 se aceptó el ofrecimiento de los residentes británicos de levantar una columna monumental, con motivo del centenario de la Revolución de Mayo.
Casi todo el material para la edificación fue traído de Inglaterra. Y el personal técnico encargado de la construcción.
La inauguración fue en 1916. La cúpula está cubierta de láminas de cobre (amo el cobre) , sobre cuya cima gira una veleta que representa una fragata de tres mástiles. El carillón que marca los cuartos de hora pesa unas 3 toneladas, e imita en su forma al de la Abadía de Westminster de Londres.
Durante la Guerra de Malvinas en 1982 un grupo de manifestantes arremetió contra la torre. Años después fue restaurada.
El señor me dijo que la fragata que tenía en la punta no era casualidad, pero ya no me acuerdo como era la historia. En definitiva no me interesa si vino de Inglaterra, de China o de Groenlandia. Simplemente me parece hermosa. Me encanta que tenga el techo verde por el cobre. Me encanta que sea de ladrillo. Me encantan sus detalles, y me encanta verla todos los días. Me encanta que esté ahí por el medio de retiro, casi pasando desapercibida, en el medio de toda la vorágine de la ciudad, de gente corriendo, entrando y saliendo de trenes, colectivos y taxis. En ese caos esa torre me da paz.